Desde siempre he recibido en el despacho opiniones de las dos partes involucradas en cualquier despido, el trabajador y la empresa, y curiosamente con versiones sobre la eficacia y alcance del mismo, radicalmente distintas, según en que lugar nos encontremos.
El TRABAJADOR viene con la idea de que la poderosa empresa ha prescindido de él, poniendo toda la fuerza que tiene, infraestructura, medios y su “equipo de abogados” en despedirle, casi a veces como si fuera una cruzada contra él.
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